¿Los sentidos engañan o Descartes se autoengañó?
Desde tiempos inmemoriales, filósofos y pensadores han debatido sobre la confiabilidad de nuestros sentidos. Una frase célebre que resuena a través de los siglos es que “los sentidos engañan”. Tradicionalmente, se ha interpretado que nuestros sentidos nos proporcionan una percepción distorsionada o incompleta de la realidad. Sin embargo, en el contexto moderno, esta afirmación puede adquirir un significado más profundo y matizado.
La atención da información a la razón
Hoy en día, vivimos en una era de sobrecarga sensorial y constante estimulación. La dopamina, un neurotransmisor asociado con el placer y la recompensa, juega un papel crucial en cómo enfocamos nuestra atención. Las actividades que liberan dopamina de manera rápida y fácil, como el uso de redes sociales, videojuegos o el consumo de comida chatarra, pueden desviar nuestra atención de objetivos más significativos y duraderos. Lo cual si es un verdadero engaño.
La clave aquí no es que nuestros sentidos nos mientan, sino que nuestra atención está dirigida hacia estímulos que proporcionan gratificación instantánea. Estos estímulos dopaminérgicos son altamente atractivos y pueden llevar a ignorar tareas y metas que requieren esfuerzo sostenido y constancia pero que son claves en nuestro propósito vital. Así, mientras nuestros sentidos nos proporcionan información precisa sobre el entorno, es nuestra interpretación y reacción a esta información lo que puede ser engañoso.
La Importancia de la atención para razonar con la informacion adecuada
La verdadera falacia no reside en la información sensorial en sí, sino en la dirección hacia donde enfocamos nuestra atención. La atención es un recurso finito y, cuando se consume en actividades de gratificación inmediata, podemos perder el foco en la información que realmente importa. La capacidad de mantener la atención en tareas importantes, aunque menos gratificantes a corto plazo, es esencial para lograr metas significativas y un desarrollo personal auténtico.
La constancia es una virtud que se cultiva con esfuerzo. Mantenerse enfocado en el largo plazo requiere una sintonía fina con nuestras emociones y objetivos profundos. Esto implica un compromiso consciente de resistir la tentación de las gratificaciones instantáneas y centrar nuestra energía en actividades que, aunque menos excitantes momentáneamente, conducen a un crecimiento personal y profesional genuino. Estas actividades que a corto plazo parecen menos gratificante, a largo o mediano plazo llegan a ser mas placenteras y reconfortantes.
Descartes y el autoengaño racionalista
Los racionalistas, y en especial René Descartes, argumentaron que los sentidos engañan. Descartes, en su búsqueda de certeza absoluta, llegó a la conclusión de que los sentidos no eran confiables y que solo la razón podía llevar a la verdad. Sin embargo, esta postura puede ser vista como una forma de autoengaño.
Descartes, al afirmar la primacía de la razón sobre los sentidos, estaba no solo desconfiando de la percepción sensorial, sino también promoviendo una visión que desvía la atención de la importancia de la experiencia sensorial en nuestra comprensión del mundo. Este enfoque racionalista extremo puede llevar a un desbalance, ignorando cómo nuestras emociones y percepciones sensoriales contribuyen a una comprensión verdadera de la realidad.
Además, al convencer a sus lectores de que los sentidos son inherentemente engañosos, Descartes podría haber estado perpetuando una visión limitada y potencialmente engañosa de la experiencia humana. En lugar de reconocer que nuestros sentidos, aunque imperfectos, nos proporcionan una valiosa información sobre el mundo, el racionalismo cartesiano puede llevarnos a un rechazo de la experiencia sensorial en favor de una abstracción puramente racional.
La razón y su potencial para engañar
La razón, aunque es una herramienta valiosa para resolver problemas y entender el mundo, tiene su base en la información que los sentidos perciben. A veces, nuestra lógica se ve influenciada por prejuicios, malos entendidos o información incorrecta, lo que puede llevarnos a racionamentos erróneos. Por ejemplo, podemos usar argumentos racionales para justificar malas decisiones o para convencernos de que algo incorrecto está bien. Esto demuestra que la razón no siempre es completamente confiable, ya que puede ser manipulada y desviada para servir intereses ajenos o para evitar sentimientos incómodos.
La autenticidad de las emociones
Las emociones, en contraste, son respuestas auténticas y directas a nuestras experiencias y entorno. Aunque pueden ser intensas y difíciles de manejar, las emociones no tienen la capacidad de engañarnos como lo hace la razón. Reflejan genuinamente cómo nos sentimos sobre situaciones y personas, brindándonos una comprensión honesta de nuestra realidad interna. Por ejemplo, si sentimos tristeza, es una señal clara de que algo nos afecta profundamente; si sentimos alegría, es una respuesta directa a algo que valoramos. Al escuchar nuestras emociones, obtenemos una visión más sincera y precisa de nosotros mismos y de nuestras necesidades verdaderas.
Conclusión
La famosa frase de que “los sentidos engañan” puede reinterpretarse a la luz de nuestra comprensión moderna de la neurociencia y la psicología. No son nuestros sentidos los que nos mienten, sino nuestra atención la que puede ser fácilmente desviada por estímulos que proporcionan dopamina de manera rápida y fácil los cuales ofrecen información distorsionada. Además, los racionalistas, como Descartes, podrían haber estado autoengañándose al descartar la validez de la percepción sensorial en favor de una razón abstracta.
Para alcanzar una vida plena y significativa, es crucial mantener el foco en lo que realmente importa, cultivando la constancia y la sintonía con nuestras emociones. Solo así podemos evitar las distracciones y dirigir nuestra atención en lo que realmente importa; alcanzar un desarrollo personal auténtico.
Mil gracias por la reflexión