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El placer sin proposito es adicción

                                                               

El cerebro no comprende el placer sin propósito, y esa es la verdadera raíz de la adicción. Nuestro cerebro se habitúa rápidamente a los placeres instantáneos, aquellos que son fáciles y rápidos de obtener, pero que carecen de un sentido profundo. Esta tendencia se convierte en una vía de escape frente a los problemas, creando una especie de bomba de relojería que estallará emocionalmente en cualquier momento.

                                                                          

Algo a tener en cuenta es que la exposición prolongada a la saturación de dopamina produce cambios en nuestra sensibilidad y distorsiona la realidad. Este trastorno o adicción está asociado con nuestro sistema de recompensa, por lo que, al repetirse constantemente, se graba en nuestro subconsciente y se convierte en una reacción automática, programando negativamente nuestra conducta. Cualquier tipo de programación subconsciente es difícil de cambiar, pero no imposible. Dado que está estrechamente ligada a nuestro sistema de recompensa, es posible transformarla siendo conscientes de que podemos cambiar la respuesta en el ciclo de cuatro fases: estímulo, deseo, recompensa y respuesta.

                                           

Aquellos que han enfrentado el trastorno de la adicción no están condenados de por vida. Lo que sí es cierto es que, cuanto más dopamina sin propósito generemos, más intensa será la batalla interna entre los pensamientos intrusivos y los optimistas. Sin embargo esta lucha es parte inherente de la vida, no una enfermedad. Los pensamientos positivos son fundamentales, pero en un ambiente de toxicidad emocional es más importante reconocer la presencia de los negativos, aprender a manejarlos y no dejarse atrapar en su red.

                                         

La dopamina, el neurotransmisor que el cerebro utiliza para recompensarse, actúa como un desagüe al que siempre recurrirá para resolver problemas. Sin embargo, cuando la dopamina proviene de fuentes instantáneas y vacías, como el consumo de ciertos placeres rápidos, carece de propósito. Es un engaño, una falacia, una fantasía sin base real y conducirá a la autodestrucción.

                                          

Hay placeres instantáneos que han sido diseñados con una precisión casi artística para manipular nuestros deseos más profundos. La sinergia, esa fuerza que se genera cuando se combinan elementos para lograr un efecto superior, no solo existe para lo bueno, sino también para lo malo.

                                         

Es cierto que la alegría es más grande cuando se comparte, pero la maldad también se amplifica al ser compartida. La envidia y otros sentimientos negativos generan su propia sinergia en un grupo, intensificando y expandiéndose de manera peligrosa. Ante esto, surge una pregunta inevitable: ¿qué es mejor, estar solo o acompañado? La respuesta quizás reside en la calidad de las conexiones que elegimos, en rodearnos de ideas y personas que aportan luz en lugar de sombra, para así crear una sinergia positiva que nos impulse a ser mejores.

                                       

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